Indignación. Creo que es la palabra para poder definir lo que viví hoy yendo a mi departamento en colectivo.
Eran más o menos las seis de la tarde cuando subí y, como era de esperarse, estaba lleno de gente. Luego de varias cuadras una señora, que estaba sentada, sale de su asiento para bajar en la siguiente parada.
Entonces fue ahí cuando, al encontrarse el lugar vacío, dos personas comenzaron a disputarse el mismo. Para mi sorpresa, y la de la mayoría de las personas allí, la discusión creció de una manera inesperada.
Estas personas, a quienes vamos a llamar “señor uno” y “señor dos”, eran muy diferentes. El Sr. uno estaba más enojado que el Sr. dos. El más enfurecido vestía traje, y el más calmo, jeans y remera.
Luego de un par de minutos (si ¡un par!) el Sr. dos desistió de sentarse y muy amablemente le dijo: “esta bien, siéntate tu”. A lo que el Sr. uno, también “amablemente” le respondió: “claro que me voy a sentar yo, negro boliviano”. Claro, en obvia alusión a la nacionalidad del Sr. dos.
Difícilmente el Sr. uno la haya pasado tan mal como los momentos siguientes a esa lamentable declaración. El murmullo fue creciendo de tal manera hasta el momento en que yo, que estaba al lado de ellos, le toque el hombro y le dije: “me parece que te equivócate feo, lo que hiciste no esta bien, ¿te diste cuenta?”. El Sr. uno no respondió. Pero fue tan grande el enojo de todo el colectivo que, sumado a las cosas que le decía la gente, no le quedo otra que bajarse, según sus propias palabras, antes su destino.
Es, en parte, por personas con el mismo pensamiento que el Sr. uno que estamos como estamos.
¿Sabrá el patético Señor Uno que el primer presidente de su país, Cornelio Saavedra, nació en Bolivia?
Eran más o menos las seis de la tarde cuando subí y, como era de esperarse, estaba lleno de gente. Luego de varias cuadras una señora, que estaba sentada, sale de su asiento para bajar en la siguiente parada.
Entonces fue ahí cuando, al encontrarse el lugar vacío, dos personas comenzaron a disputarse el mismo. Para mi sorpresa, y la de la mayoría de las personas allí, la discusión creció de una manera inesperada.
Estas personas, a quienes vamos a llamar “señor uno” y “señor dos”, eran muy diferentes. El Sr. uno estaba más enojado que el Sr. dos. El más enfurecido vestía traje, y el más calmo, jeans y remera.
Luego de un par de minutos (si ¡un par!) el Sr. dos desistió de sentarse y muy amablemente le dijo: “esta bien, siéntate tu”. A lo que el Sr. uno, también “amablemente” le respondió: “claro que me voy a sentar yo, negro boliviano”. Claro, en obvia alusión a la nacionalidad del Sr. dos.
Difícilmente el Sr. uno la haya pasado tan mal como los momentos siguientes a esa lamentable declaración. El murmullo fue creciendo de tal manera hasta el momento en que yo, que estaba al lado de ellos, le toque el hombro y le dije: “me parece que te equivócate feo, lo que hiciste no esta bien, ¿te diste cuenta?”. El Sr. uno no respondió. Pero fue tan grande el enojo de todo el colectivo que, sumado a las cosas que le decía la gente, no le quedo otra que bajarse, según sus propias palabras, antes su destino.
Es, en parte, por personas con el mismo pensamiento que el Sr. uno que estamos como estamos.
¿Sabrá el patético Señor Uno que el primer presidente de su país, Cornelio Saavedra, nació en Bolivia?
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